El año pasado visité algunas II.EE. con motivo de tan ingenioso “día”.
Lo que observé me hizo recordar aquellos concursos de ambientación de aulas, en donde ganaba la sección que mentía más; es decir, aquella aula en donde estudiantes y docentes armaban un escenario ficticio, con pisos encerados, manteles, flores, cuadros, espejos, toallas y mucha ornamentación, solo con el propósito de ganar. Al finalizar el concurso... el aula volvía a su estado normal... Todos recogían lo que llevaron para arreglar el aula.
En uno de los colegios emblemáticos, el día del logro fue el pretexto para un concurso de danzas y venta de comida. De lo que hacen en las sesiones, de lo que realmente aprenden los estudiantes... nada. Todos parecían felices mintiéndose y tratando de mentir a los demás.
El Día del Logro debe ser una jornada para que directivos, docentes, estudiantes y padres de familia hagan un balance real, objetivo y sincero. Para que muestren sus avances, sin maquillajes… Para que señalen sus retos.
Cuánta razón tiene Hamilton Werneck en su libro "Si usted finge que enseña, yo finjo que aprendo..."
En las escuelas conviven los discursos que hablan de formar en el ejercicio ciudadano con modelos anacrónicos verticales y militaristas. Una incompatibilidad... que no puede generar logros de aprendizaje para el siglo XXI.
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