martes, 27 de abril de 2010
CUANDO LOS ADOLESCENTES ADOLESCEN DE ADOLESCENCIA
Según las estadísticas, los varones se suicidan más que las féminas en relación de tres a uno. Sin embargo, las mujeres cometen más cantidad de intentos que los hombres.
En el Perú, se quitan la vida 650 personas al año. Esta cifra es baja. En Lituania, Hungría, Dinamarca y Japón se suicidan proporcionalmente 20 veces más, en Cuba 8 veces más, en Uruguay 7 veces más, en Estados Unidos 5 veces más y en Chile 50 % más.
El sociólogo francés Emile Durkheim estudió el tema y halló cuatro clases de violencia autoinfligida:
• La egoísta, descubriendo que en el protestantismo aparecían más casos de suicidio porque era una religión que proporciona mayor libertad individual de interpretación doctrinal aunque parco en rituales y creencias comunes.
• La altruista abarca rasgos como la lealtad y el honor. Por ejemplo, el harakiri y el kamikaze japonés, el terrorismo de Al Qaeda o el suicidio místico como el caso de la secta de Jim Jones en Guyana que en 1978 se mataron 900 personas o los apocalípticos de David Koresh de Texas que dejó un saldo de 90 víctimas en 1993.
• La anomia es producida por cambios drásticos como la viudez, el divorcio, la quiebra económica o el hostigamiento.
• La fatalidad es consecuencia de ambientes opresivos en cárceles y hospitales.
Al aporte de Durkheim, podemos añadir que también son causas de autolesión el abuso de consumo de alcohol y sustancias psicotrópicas, el stress y predisposiciones genéticas.
Los parientes cercanos del malogrado son los que más sufren la pérdida debido a que se sienten culpables. Asumen la responsabilidad de no haber detectado a tiempo los síntomas. Se arrepienten de la poca comunicación que establecieron con la víctima. Se han incrementado los casos en que al ser insoportable la culpa, también los familiares se autoeliminan.
Reconociendo que el Perú mantiene un índice de suicidios menor, el Ministerio de Salud está obligado a luchar por su reducción. Ayudaría mucho prohibir a los medios de comunicación que sensacionalicen las muertes por voluntad propia, pues la ciudadanía adopta conductas de imitación.
En estas últimas semanas la prensa ha mostrado los casos de diversos niños y adolescentes que decidieron suicidarse, la totalidad ahorcándose en la soledad de la casa. Algunos dejaron algún texto escrito explicando su decisión. La prensa difunde los titulares , la televisión hace reportajes o notas mientras los familiares se interrogan sobre las razones planteadas en la despedida final. El suicidio de un adolescente es algo que supera ampliamente la estadística y la casuística. Aunque la prensa de paso a otras noticias al día siguiente.
¿Por qué una persona joven toma la decisión de terminar su existencia de un momento a otro?
A pesar de lo publicitado, la pubertad y la adolescencia actual no son el estado más feliz de la existencia. Muchas veces el error está en que los adultos suelen mirar ese periodo de la vida como deseable porque no va acompañado de responsabilidades clásicas: mantener una familia, y conservar un trabajo. Para un adolescente, ser adolescente puede ser bastante doloroso y difícil.
En la escuela se debe atender al estudiante como persona antes que como a un receptáculo donde la tarea del docente es depositar información. Los paradigmas pedagógicos vigentes resaltan la importancia de atender a los estudiantes, a sus expectativas, intereses y necesidades; pero cuando ese mensaje queda impreso en los manuales y no logra trascender a la práctica pedagógica en el aula se minimizan las situaciones y los problemas de los estudiantes. Ellos están en incansable búsqueda de saber quién es él realmente, quién quiere ser. Se plantean preguntas intensamente complejas. Su mundo les da la certeza de que viven en un espacio donde “nada es verdad”. Se dan cuenta que el mundo privilegia las apariencias. Ante la imposibilidad de no poder alcanzar lo que desde todos lados se presenta como el ideal optan por aprender a fingir, hasta que llega un momento en que no soportan y deciden como cortar eso.
Abrir los ojos, perder la inocencia. Dejar de creer en lo que les dicen ciegamente los otros para ir en paso de la propia verdad, el propio discurso, los propios sueños. Son necesidades que tienen los adolescentes. Muchas veces no tienen a nadie con quien compartirlo, puesto que muchas veces “hacia afuera”, están preocupados de lo que a veces los adultos dicen cosas sin importancia: la moda, el piercing, el tatuaje, el peinado, la noticia farandulera de fútbol por ejemplo. “Hacia adentro” a veces es un: no sé como quiero verme, cómo me apropio del cuerpo, cómo me relaciono con otros, cómo pertenezco, cómo diferencio de mis raíces sin perderla, qué pasa allá afuera. Por qué está pasando eso. Además las familias pasan por etapas de conflicto y desintegración donde es común que algunos de sus integrantes decidan emigrar en busca de trabajo. Los adolescentes piensan en el momento en que les tocará ser aquel que tiene que salir a buscar su propio sustento
Los maestros y padres de familia tienen que aprender a mirar y escuchar a los adolescentes que adolescen de adolescencia… Que están en la dura tarea de construir la identidad. Eso es: Aprender a ser.
Sugiero revisen el libro “Escuelas sin Fracasos”, del educador William Glasser, un libro que aborda este problema del ser y del poder en la escuela, y cómo se configura un complejo currículo oculto a ojos de los adultos que no recuerdan que también fueron niños y adolescentes.
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